Considerando
en frío, imparcialmente,
que
el hombre es triste, tose y, sin embargo,
se
complace en su pecho colorado;
que
lo único que hace es componerse
de
días;
que
es lóbrego mamífero y se peina…
Considerando
que
el hombre procede suavemente del trabajo
y
repercute jefe, suena subordinado;
que
el diagrama del tiempo
es
constante diorama
en sus medallas
y,
a medio abrir, sus ojos estudiaron,
desde
lejanos tiempos,
su
fórmula famélica de masa…
Comprendiendo
sin esfuerzo
que
el hombre se queda, a veces, pensando,
como
queriendo llorar,
y,
sujeto
a tenderse como objeto,
se
hace buen carpintero, suda, mata
y
luego canta, almuerza, se abotona…
Considerando
también
que
el hombre es en verdad un animal
y,
no obstante, al voltear,
me da con su tristeza en la cabeza…
Examinando,
en fin,
sus
encontradas piezas, su retrete,
su
desesperación, el terminar su día atroz, borrándolo…
Comprendiendo
que
él sabe que le quiero,
que
le odio con afecto y me es, en suma, indiferente…
Considerando
sus documentos generales
y
mirando con lentes aquel certificado
que
prueba que nació muy pequeñito…
le
hago una seña,
viene,
y
le doy un abrazo, emocionado.
¡Qué
más da! Emocionado.
César
Vallejo