I
¡Afán triste de niño, aquel
afán de poseerlo
todo, de recrearme en todo, inmensamente,
gozando, en falso, mundos que creía de otros!
— ...|Y qué desidia mía,
sin el mundo de otros! —
II
Poco a poco, mi vida
fue adueñándose
del mundo que creía de los otros.
Las estampas aquellas de los libros,
fueron mar, tierra, cielo,
navegado, pisada, penetrado
por mí. El domingo lento —¡calle sola!—
del nostáljico pueblo, fue domingo
universal y alegre.
I I I
Hoy, alma, ¿qué no es mío?, ¿qué no es tuyo?
¿Qué verjas no se abren, qué muros no se rinden,
qué bocas no se llenan de palabras,
para ti?
¿Y estás triste,
y necesitas persuadirte de este
dominio tuyo, retornando
a aquellos días, ¡ay!,
en que sólo tenías
la ventana, el afán loco y el libro?
Juan Ramón Jiménez
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