El
fuego danzaba inquietamente, de un lado a otro. Aún quedaba mucho
por hacer, todo tenía que estar preparado, antes de que llegaran las
demás. Un grupo de mujeres eran las encargadas de la organización.
Melora,
una muchacha de cabellos largos ondulados, de tez blanquecina,
menudita, rebuscaba entre los objetos, observándolos una y otra vez,
murmurando cosas, incapaces de ser percibidas por cualquiera que no
estuviera a su lado.
Otra
de las mujeres allí presentes, desplegó una tela negra sobre el
suelo. Helenie, corpulenta de movimientos lentos pero precisos,
colocaba dificultosamente la tela del suelo. Melora se acerco
corriendo para ayudarla.
-
Espera bruta, déjame ayudarte, que te vas a caer – Le dijo con un
tono dulce. En ese
momento
Helenie perdió el equilibrio abalanzándose contra el suelo. Un
estallido de risas se abrió paso en la silenciosa noche.
Rohana,
estaba absorta en su tarea, sin prestar atención a ninguna de las
otras. Ella era feliz entre sus plantas, sus cacharros y sus
inciensos. Estaba preparando uno de sus múltiples potingues,
mezclando y machacando las hojas que caían en sus manos. Tenía un
gran cuenco, donde iba echando sus mezclas.
La
pequeña Igraine se acerco a curiosear
-
Rohana que estás haciendo, me enseñas quiero aprender…
Porfiiiiiiiii
Igraine,
era la más pequeña del grupo, preguntona e inquieta. Atenta siempre
de lo que hacían las demás. Se acerco con cuidado para no molestar
a Rohana en su tarea, observando los movimientos de esta. Después de
un rato observando y escuchando, Rohana le ofreció el cuenco para
que ella continuara. La cara de la pequeña se lleno de felicidad.
-Rohana
como van, los inciensos y las hierbas ya están listas – Pregunto
Melora, alzando la voz para que pudiera oírla.
-Enseguida
terminamos.
Ya
estaba todo preparado, un gran círculo hecho con flores y piedras en
el suelo. La tela de color negro, estaba adornada con más flores y
piedras. Las mujeres habían colocado varias velas pequeñas y dos
velones enormes con un símbolo distinto cada una. Cerca se hallaba
un plato con panes, pastas y frutas
Helenie,
se acerco, arrodillándose frente a la tela. Sostenía algo entre sus
manos, rodeado por una fina tela de color verde oscuro, con cuidado
fue desenvolviéndolo, como si tuviera miedo de que se rompiera. Una
vez desenvuelto se podía observar una daga, la cual deposito en la
tela. Prosiguió con su tarea haciendo lo mismo con un cáliz
Las
cuatro mujeres se agruparon, riendo. Estaba todo listo, solo faltaban
las demás, que pronto comenzaron a llegar.
La
primera en llegar fue Aldaina, portando algo entre sus manos de gran
tamaño. Tras
ella
llegaron Margaly y Hecatien, portando una, un gran cuenco y la otra
un paquete. Las tres mujeres eran más o menos de la misma estatura,
de pelo negrizco y largo, con la misma vestimenta que las demás,
exceptuando a Igraine, túnicas azul claro, acompañadas de una capa
aterciopelada de color azul oscuro
No
faltaba nadie, estaba todo listo, solo había que comenzar. Aldaina
desenvolvió hábilmente el objeto, dejando al descubierto un gran
libro de cuero.
En
ese momento el fuego se avivo, las llamas cada vez eran más grandes,
y rojizas. El cuenco más pequeño fue llenado de agua y el cáliz de
vino.
Una
de ellas se coloco frente al altar improvisado, alzando las manos
hacia cielo. Y dijo con voz firme y fuerte:
-
Yo, suma sacerdotisa, invoco a la gran madre, para que esté presente
esta noche y nos proteja. Espíritus del norte y del sur, de este y
del oeste, os doy la bienvenida, permanecer a nuestro lado,
protegernos de todo aquello que no sea invitado. Invoco a nuestros
hermanos, ya fallecidos, para que nos acompañen esa noche tan
especial...
Bajando
los brazos, dio la vuelta para ver a las demás, agarradas de las
manos y los ojos
cerrados.
La suma sacerdotisa estiro el brazo apuntando a una de ellas. Hizo un
gesto para que se aproximara. La voz de la sacerdotisa era cada vez
más firme y fuerte.
-
Igraine, nuestra pequeña, hoy es tu día, dejaras atrás tu niñez,
para convertirte en la gran mujer que eres. Y pasar al servicio de la
Gran Madre.
La
pequeña retrocedió un poco al escuchar a la Gran Sacerdotisa las
últimas palabras, en ese momento, la cabeza se lleno de
pensamientos, la invadían por todas partes, estaría preparada para
ese momento. Perdió la noción del tiempo, escuchaba a la
sacerdotisa hablar, ella repetía, pero sin ser consciente del acto.
El olor a incienso le comenzó a marear, todo le daba vueltas. Los
contornos comenzaron a perder su forma, figuras negras que se
difuminaban a medida que pasaba el tiempo.
Las
mujeres la despojaron de sus ropajes amarillentos, Helenie cogió el
paquete, rompiendo la tela que lo envolvía saco una larga túnica de
color azul claro, para acto seguido ofrecérselo a la muchacha.
Comenzó a vestirse sin prisa y antes de terminar de colocársela, se
abalanzo contra el suelo, arrodillándose. Todas se quedaron
expectantes, sin decir nada. Igraine no pudo controlar sus lágrimas,
unas lágrimas que le sabían a gloria.
Una
de las mujeres quiso acercarse para consolarla, pero fue interrumpida
por la Suma sacerdotisa, que hizo un gesto para que volviera a su
sitio. Igraine percibió lo sucedido, incorporándose de un salto, se
coloco frete a las mujeres, dejando que la túnica se acomodara por
su cuerpo. Aldaina se coloco detrás de ella y la envolvió con sus
brazos, depositando en sus hombros una capa aterciopelada azul
oscuro, colocándose frete a ella, la beso dulcemente en las mejillas
sonrosadas. Las demás repitieron el acto en silencio.
Las
mujeres enloquecieron, comenzaron a bailar alrededor del fuego,
algunas parecían seguir el ritmo de las llamas, que danzaban de un
lado a otro. Comieron bebieron, rieron, cantaron. Disfrutaron como si
de la última celebración se tratase. Igraine lucía una gran
sonrisa en la cara y un brillo especial en los ojos. Las mujeres
pudieron ver con claridad como Igraine había pasado de ser una niña,
a una mujer…
-
Mamá, mamá, venga que llegaremos tarde, no me quiero perder nada…
Igraine
volvió en sí, su hija tiraba de su brazo para que se dieran prisa.
La tomo entre sus brazos, abrazándola lo más fuerte posible. La
pequeña hizo intento de escaquearse, se movía como una pequeña
lagartija intentado librarse de los brazos de su madre. Pero cesó,
al oír a su madre llorar
-
¿Pasa algo mamá?
-
No pequeña, son lagrimas de felicidad, hoy es un día muy importante
para las dos, aunque más para ti- Dio un beso dulce en la frente de
la niña- Venga vámonos, las demás nos están esperando…
-Athenea