jueves, 31 de julio de 2025

DIONISIA Y LA MATA DE PIMIENTOS

Era Dionisia una bella mocina de quince años que vivía con su padre (ya que su madre había muerto recientemente de unas fiebres altas). Su padre estaba buscando una nueva esposa puesto que él con las tierras no tenía mucho tiempo para cuidar de su hija y no tardó mucho en encontrarla.

La nueva madrastra era un cúmulo de maldades, lo tenía todo, envidia, celos, rencor... que había camuflado para no echar a perder la boda.

Una vez casados y cuando se sintió sola con su hijastra, ya que el padre continuaba pasando casi todo el día fuera, destapó todas sus "virtudes" y le hacía la vida imposible a su hijastra.
Como la tenía mucha envidia, por su belleza además de por otras cosas, decidió un buen día deshacerse de ella y una mañana que la madrastra iba a misa le dijo a Dionisia:

- Vete a cuidarme los higos de la higuera como si la vida te fuera en ello. No te distraigas con nada, pues los tengo contados y pobre de ti como falte alguno a mi vuelta.

Dionisia se sentó debajo de la higuera y se puso a mirar sus cintas del pelo y accesorios. Y en ello estaba hasta que se le presento la madrastra disfrazada de mendiga y le pidió un higo.

- Lo siento señora, pero me es imposible darle alguno, mi madrastra me lo prohíbe. Si por mí fuera, le daría todos.

- No te preocupes - dijo la pobre señora - tus motivos tendrás. Pero ¿serías tan amable de darme un vaso de agua?

- Claro que sí, enseguida se lo traigo.

Y mientras la joven iba a por el agua, la madrastra cogió uno de los higos y se lo guardó entre sus harapos. Dionisia apareció con el vaso de agua que le ofreció a la señora, ella lo bebió, le dio las gracias y se alejó.

Cuando llegó la madrastra de misa, Dionisia continuaba debajo de la higuera. La madrastra contó los higos uno por uno y obviamente no estaba todos. Le preguntó a la joven por el higo que faltaba y ella le contestaba que no se había movido y no sabía muy bien como había desaparecido un higo.

La madrastra la arrastró de los pelos, la llevó hasta la huerta, la ató de manos y pies, hizo un hoyo y la enterró. Pero no se dio cuenta que no había cubierto todos los cabellos. 

La madrastra volvió a esperar a su marido en casa, aunque todavía tardaría unos días porque estaba de viaje en otros pueblos y mientras los cabellos de la joven se fueron convirtiendo en una mata de pimientos por las lágrimas que iba derramando en aquel hoyo.

Cuando el padre volvió, al no ver a su hija preguntó a su mujer, la cual le contestó que se había ido a ver a su padrino y acto seguido mandó a la criada que hiciera para comer un buen pote asturiano para que llenase el estómago y así se olvidase de hacer tantas preguntas.

La criada comenzó a juntar los ingredientes y al darse cuenta de que faltaban los pimientos fue al huerto a cortar unos cuantos. Cuando se disponía a cortar unos cuantos la mata se puso a cantar:

- Ni me toques ni me peles, los cabellos que me queden, a mi madrastra les deben, los pimientos y sus pieles. 

Corrió la criada hacia la casa a contarle al padre de Dionisia el incidente con la mata de pimientos, el padre, comprendió lo que pasaba. Se encaminó hacia el huerto, hizo como que iba a cortar un pimiento para escuchar la canción.
Reconoció al instante la voz de su hija, mandó traer una pala y la desenterró. Dionisia salió inexplicablemente viva, aunque un poco desorientada pero pudo contarle a su padre el incidente con su madrastra.

El padre, presa de furia, buscó a su mujer, la agarró de los pelos y la enterró en el agujero en el que había estado Dionisia. Y de aquel hoyo en vez de salir pimientos, salió una mata de beleño (hierba venenosa, atribuida al demonio, despide un olor nauseabundo especialmente si es fresca; recordemos que el padre de Hamlet muere por envenenamiento de beleño negro) que por más que la arrancaban, volvía a brotar extendiendo su mal olor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario