Dos rabinos llegaron juntos a un recóndito pueblo a predicar. Mientras uno empezó a hacer discursos eruditos de tipo dogmático en medio de la plaza del lugar, el otro se situó en una esquina y se limitó a compartir su fe a base de cuentos y de anécdotas.
Sucedió que la gente abandonó pronto al primero para ir a escuchar al segundo, por lo que el primer rabino, poco después, abatido, se quejó a su compañero de la poca atención prestada por los habitantes del pueblo. Y para reconfortar a su compañero, recibió por respuesta esta parábola:
-Amigo rabino, dos hombres llegan a una ciudad y se dedican a vender joyas. Uno vende perlas y piedras preciosas y el otro vende bisutería. ¿Quién crees que reúne a más gente?
-Desconozco la respuesta, compañero- respondió el rabino.
-Evidentemente, vende más el que ofrece bisutería, porque eso es lo que la mayoría de la gente puede comprar- concluyó sabiamente el segundo rabino.
Y así es. Este interesante cuento oriental nos enseña una gran lección: de poco sirve decir verdades profundas si éstas no están al alcance de la gente que las escucha.
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