Había una vez un enfermo que estaba ingresado en un hospital y que cada día se encontraba peor. Pasó el doctor a preguntarle por los síntomas del mal que padecía, a lo que el paciente le dijo: “Doctor, hoy he sudado más que otras veces”. “Eso está bien”, le respondió el médico. Y se fue.
Al día siguiente, regresó y le volvió a hacer la misma pregunta al enfermo. Éste le contestó: “Doctor, tiemblo y siento constantes escalofríos”. “Eso está bien”, repitió el médico y se retiró del lugar. Al otro día, el doctor regresó y, por tercera vez, le interrogó por su mal. El doliente esta vez respondió: “Doctor, ahora he tenido diarrea”. “Eso está bien”, dijo, y nuevamente se marchó.
Poco después, vino un pariente a ver al paciente y, al preguntarle por su salud, éste respondió resignado: “Pues creo que me muero... a fuerza de estar bien”.
Esta fábula nos enseña que uno debe tomarse en serio su trabajo y sus responsabilidades, ya que, en muchos casos, nuestra actitud puede llegar a afectar a los demás. Y también nos enseña que hay personas que se dejan llevar por las apariencias, sin ver más allá y sin tener en cuenta lo que de verdad podamos sentir.
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