El día se endurece, se tensa con todos sus instantes y aún puedo sonreír y luchar por las cosas buenas. Puedo recibir un beso y chocar diez dedos de artista, puedo tomarme una tostada de azúcar y luego lavarme los dientes con pasta sabor a caramelo de menta y pensar acomodarme una barba blanca, puedo meter un ratito a mi bonsái, puedo encender la luz de mi habitación, puedo buscarle las cosquillas al pingüino de peluche y colocarle bien mis gafas de sol al cocodrilo amarillo, ver pasar una pelusa de nieve ante mi nariz, devolver sigilosamente un pantalón tomado prestado a mi hermano. Puedo sentir que la marea de la noche baja serena como la noche de un niño que pasó la tarde jugando a los barcos en la arena y pensar en ti que lees esto y desearte buenas noches y dulces sueños.
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