27/9/2012
Celebramos
los 25 años de la historia de Wesley y Buttercup con un informe
lleno de esgrima, duelos de ingenio y roedores de aspecto gigantesco.
Bueno, y de besos. Por YAGO GARCÍA
Hace
25 años, un abuelo muy parecido a Peter
Falk, el
actor de Colombo, le
contó a un niño muy parecido a Fred
Savage (Aquellos
maravillosos años) un
cuento de esos de toda la vida, con aguerridos piratas, espadachines
justicieros, malvados aristócratas y princesas en peligro. No
sabemos si, gracias al relato, el chaval dejó de viciarse con su
videoconsola y comenzó a leer un poco, para variar. Pero de lo que
sí estamos seguros es de que el cine ganó una de sus películas de
culto más memorables, llena de diálogos de esos que uno puede
aprenderse de memoria: La
princesa prometida, estrenada
en EE UU el 25
de septiembre de 1987.
Ante
tamaña efeméride, el equipo de CINEMANÍA ha
desafiado a las tropas del Príncipe
Humperdinck a
un duelo a sufrimiento, ha escalado los Acantilados
de la Locura y
ha sufrido aparatosas mordeduras de los R.A.G
(Roedores de Aspecto Gigantesco) para
recopilar esta colección de hechos, dichos y rumores sobre el país
de Florin y
sus habitantes. Garantizamos que todos estos datos están
contrastados... Pero no os fieis en exceso, porque el cuento
de Westley y Buttercup es
tan enigmático que ni siquiera se sabe a ciencia cierta quién lo
escribió, ni cómo acaba realmente.
¿Quién
es ese tal Morgernstern?
Según
los créditos de IMDb, el guión deLa
princesa prometida fue
escrito por el gran guionista William
Goldman (Todos
los hombres del presidente),
quien adaptaba su propia novela publicada en 1973. Pero eso son
paparruchas: según nos informa Goldman, su labor en el libro se
limitó a editar y resumir el trabajo de Simon
Morgenstern, un
escritor del reino de Florin que se exilió a EE UU durante la II
Guerra Mundial. Según prosigue el guionista, Morgenstern publicó en
1983 una segunda novela, The
Silent Gondoliers, ambientada
en Venecia. Los rumores según los cuales Simon Morgenstern nunca ha
existido, y que La
princesa prometida nació
como un cuento que William Goldman les contaba a sus hijas antes de
irse a dormir son persistentes, no obstante.
Una
escena inédita... por correspondencia
Según
prosigue William Goldman, Simon Morgenstern y él se llevan fatal. De
ahí que, cuando el estadounidense decidió escribir su propio final
para la novela (más concluyente y menos abierto que el que todos
conocemos), el autor florinense no se lo tomara nada bien. En el
libro, Goldman invitaba a los lectores que quisiesen leer dicho final
a escribir a su editorial, Random
House, para
recibirlo a vuelta de correo: los incautos que picaron y enviaron sus
cartas recibieron, en lugar del capítulo inédito, una serie de
cartas de Kermit
Shog, abogado
de Morgenstern, anunciando que dicho fragmento no se podía
distribuir por razones legales. Puedes solicitar
las misivas por correo electrónico a
través de la página oficial del libro.
14
años en el limbo
Siendo
William Goldman uno de los guionistas más respetados de Hollywood,
le faltó tiempo para convertir la novela de Morgenstern en un guión
cinematográfico. Dicho libreto circuló por Hollywood desde 1973,
pero nadie se atrevía a llevarlo a la pantalla, y figuró
habitualmente en las listas
negras de
mejores guiones sin productora.
Truffaut
le gustaba (y a Redford también)
El
director francés, maestro de la Nouvelle
Vague, fue
uno de los cineastas que quiso adaptar al cine La
princesa prometida, pero
su versión, que seguramente hubiera sido una pasada, se quedó en
agua de borrajas. Otros directores que quisieron hacerse con la
historia fueron John
Boorman (Excalibur), Norman
Jewison (Hechizo
de luna),
y sobre todo un Robert
Redford que
también quería ponerse delante de la cámara interpretando
a Wesley. No
sabemos por qué el actor no logró su propósito, aunque sus
conflictos con Goldman durante la producción de Todos
los hombres del presidente pudieron
tener algo que ver.
Papá
Reiner salva el día
En
1987, Rob
Reiner era
un director que prometía bastante, tras haber filmado los
éxitos Spinal
Tap, Juegos de amor en la universidad y Cuenta
conmigo. Pero
la industria le tenía más en cuenta por ser el hijo de Carl
Reiner un
veteranísimo profesional televisivo y autor de la
descacharrante Cliente
muerto no paga. Y
da la casualidad de que papá Carl es un buen amigo de William
Goldman. De este modo, el contacto entre estos tres personajes
facilitaron que el filme entrase en producción, aunque con un
presupuesto de serie B: 'sólo'11
millones de euros ajustados
a la inflación.
¿Quién
será la princesa?
Los castings alternativos
de películas de culto siempre son divertidos. Y la lista de
candidatas para el papel de Buttercup cumple
con la norma: antes de recaer en Robin
Wright (conocida
por entonces en EE UU como actriz de culebrones), el rol protagonista
del filme tuvo como aspirantes a Meg
Ryan, Sean Young (la
opción favorita de Rob Reiner), Carrie
Fisher (la
apuesta de William Goldman), a una Whoopi
Goldberg empeñada
en intervenir en el filme y, pásmate, a la mismísima Courteney
Cox, que
luego se haría famosa gracias a Friends y
a la saga Scream.
El
gigante triste
Uno
de los roles más entrañables de La
princesa prometida es
el de Fezzik, encarnado
por el luchador de catch André
el Gigante. El
fichaje del atleta francés fue un empeño personal de William
Goldman, quien también se había fijado en Arnold
Schwarzenegger (primer
candidato para el personaje, allá por los 70) y en nada menos
que Liam
Neeson. Enfermo
de acromegalia, André arrastraba graves problemas de salud por
entonces, intervenciones quirúrgicas incluídas, y estaba tan débil
que no podía cargar ni siquiera con el peso de Robin Wright. Además,
su falta de maña dramática era tal que Mandy
Patinkin (Íñigo Montoya) le
abofeteó en una toma al grito de "¡Concéntrate,
Fezzik!",
algo que Rob Reiner mantuvo en el montaje final. Pese a todo ello,
sus compañeros de reparto conservan un buen recuerdo del grandullón,
que falleció en 1996.
"Debo
confesaros una cosa..."
¿El
mejor duelo a espadas de la historia del cine? Con permiso de Errol
Flynn y Douglas
Fairbanks, hay
quienes piensan que el enfrentamiento entre Cary Elwes y Mandy
Patinkin puntúa muy alto en la lista. No sólo por haberse rodado
sin dobles ni especialistas, ni por la capacidad de ambos intépretes
para propinarse estocadas sin parar de hablar, sino también porque
la escena fue rodada en dos
decorados idénticos, y simétricos: así,
cuando Íñigo y Wesley se confiesan mutuamente que ninguno de los
dos es zurdo, el combate podía seguir como si tal cosa manteniendo
el raccord de
movimiento.
"¡A
sufrimiento!"
¿Sabía
Reiner lo que hacía, contratando a Billy
Crystal para
interpretar a Max
el Milagroso? Seguramente
no, porque el (casi) eterno presentador de los Oscar fue el
responsable de el único incidente de importancia registrado durante
el rodaje. Y es que Mandy Patinkin se lesionó una costilla cuando
filmaban su escena juntos. ¿Fue por una imprudencia de Crystal? ¿Por
una acrobacia que salió mal? Nada de eso: la interpretación de
Billy resultaba tan descacharrante que Patinkin se hizo
daño aguantándose
un ataque de risa.
Vengada
por la historia
Estrenarse
en EE UU una semana después que Atracción
fatal no
le hizo ningún favor a La
princesa prometida. Mientras
el affaire de Michael
Douglas y Glenn
Close amasaba
millones, hasta convertirse en el filme más recaudador de 1987,
nuestra película obtenía en taquilla la discreta cifra de 46
millones de euros (ajustados).
Dicho importe salvó al filme de convertirse en el desastre que
algunos habían predicho, pero tampoco batió récords. El verdadero
triunfo de La
princesa prometida llegó
a través de la TV y el vídeo doméstico, medios a través de los
que gozó de una gran difusión, convirtiéndose en el clásico de
culto que es ahora.
Una
banda sonora "al once"
Rob
Reiner, fan de los Dire
Straits, quería
contar con la guitarra de Mark
Knopfler para
la BSO de La
princesa prometida. El
guitarrista de Glasgow aceptó el encargo, pero con una condición:
el cineasta debía incluir en el filme la
gorra de béisbol que llevaba su personaje de Spinal
Tap. Reiner
cumplió su promesa, y la gorra de marras puede verse en la
habitación del niño Fred
Savage. Cuando
Knopfler vio la película y constató que estaba ahí, se quedó
pasmado: según afirma, su desafío había sido una broma.
'Fans'
de honor
¿Será
por la presencia de Vizzini, el
maquiavélico siciliano? No lo sabemos, pero según Rob Reiner La
princesa prometida cuenta
con admiradores entre un colectivo nada esperable: la
Mafia. El
director cuenta que un día acompañó a Nora
Ephron y
a Nick
Pileggi (el
guionista de Uno
de los nuestros) a
un restaurante frecuentado por chicos
listos, en
el que coincidieron con el 'capo' neoyorquino John
Gotti. Saliendo
del local, uno de los guardaespaldas del 'Don' ("idéntico
a Luca Brassi, el de El
Padrino",
puntualiza el cineasta) se dirigió a él diciéndole: "Tú
mataste a mi padre: prepárate a morir".
Por supuesto, el matón estaba citando la frase más famosa de Íñigo
Montoya, pero de primeras Reiner pensó que la cosa iba en serio:
"Casi
me lo hago en los pantalones",
confiesa
¿Qué
pasa con la secuela?
Cuando
la novela original fue reeditada en 1998, con ocasión de su 25
aniversario, un epílogo escrito por William Goldman afirmaba que
había una secuela inédita,La
hija de Buttercup, que
permanecía inédita por problemas legales con la familia
Morgenstern. La broma prosiguió en ediciones posteriores, incluyendo
hasta fragmentos que nos revelaban, por ejemplo, detalles sobre el
entrenamiento de Íñigo como espadachín. ¿Qué ocurre con el
misterioso volumen? Según Goldman, que le da reparo prolongar su
historia más famosa. Según los herederos de Simon Morgenstern, que
el traductor al inglés de esta segunda parte tiene que ser, por
narices, un tal Stephen
King.
¿La
leeremos, o la veremos, algún día?