Un científico se había pasado años investigando la posibilidad de transformar el agua en petróleo.
Estaba convencido de que todo lo que necesitaba era una sola sustancia, pero, por más que lo intentaba, la fórmula se le resistía.
Un día se enteró de que en las montañas del Tibet vivía un lama que lo sabía todo y podía revelarle la fórmula que andaba buscando. Pero tenía que cumplir 3 condiciones: viajar hasta allí solo, y el trayecto era muy peligroso; ir a pie, y el viaje era largo y penoso; y si, conseguía llegar hasta el lama, no podría hacerle más que una sola pregunta.
Le llevó meses cumplir las dos primeras condiciones. Y cuando logró llegar ante el lama, se sorprendió al comprobar que no se trataba de un anciano con barba, sino de una joven y atractiva mujer.
Ella le sonrió dulcemente y, con una voz que a él le pareció celestial, le dijo: “¡Enhorabuena, viajero! Has logrado llegar a esta verdadera fortaleza. Ahora dime, ¿cuál es tu pregunta?”. Y para su propia sorpresa, el científico se oyó decir: “Hermosa mujer, ¿puedo saber si está usted casada?”
Esta historia nos enseña lo importante que es no perder nunca de vista nuestro objetivo, centrarnos en lo importante y no dejarnos llevar por las distracciones.
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