(Leyenda
de Islandia recopilada en Icelandic Legends por Jón Arnason)
Un cierto muchacho y una chica, cuyos nombres este
relato no ha conservado, vivían cerca
de una iglesia. El muchacho, que era bastante
travieso y pícaro, tenía por hábito tratar de asustar a la chica de un sinfín de maneras, hasta que ella
estuvo tan acostumbrada a sus trucos, que ya
no era capaz de asustarse por ninguna de las cosas que él hacía.
Un día húmedo, la chica
fue enviada por su madre a buscar la ropa mojada que había sido puesta a secar en el patio de la iglesia.
Cuando ella había llenado de ropa su
canasta, estaba por volver cuando vio sentado en una tumba cercana, una figura vestida de los pies a la cabeza de
blanco, pero ella no se alarmó, creyendo que
era otra jugarreta del muchacho. Así que ella
corrió hacia la figura y golpeándole el birrete que llevaba, le
dijo:
- Tú no me asustarás esta vez.
Entonces, cuando ella hubo terminado de recolectar la
ropa seca, regresó al hogar. Pero, para su
sorpresa, el muchacho fue la primera persona que la recibió cuando ella entró en la casa, siendo imposible que
él hubiera llegado sin que ella lo hubiera
visto.
Entre la ropa seca, sin embargo, cuando
fue ordenada, ellos encontraron un birrete
blanco, que no pertenecía a nadie de los ocupantes de la casa, y que estaba lleno de tierra.
La
siguiente mañana el fantasma (ya que la niña había visto un
fantasma) fue visto sentado sin el sombrero
en su cabeza, sobre la misma tumba que el día
anterior. Y como nadie tuvo el coraje de ir a ponerle el birrete, o sabía al menos como conjurarlo, la familia
solicitó ayuda al vecindario.
Un viejo
declaró que la única manera de evitar una calamidad general, era que la niña volviera a poner en la cabeza del espectro
el birrete que ella había tomado, en
presencia de mucha gente, quienes guardarían perfecto silencio. Así que una multitud se congregó en la iglesia, y
la chica al frente, un poco atemorizada, se
atrevió a colocar el gorro en la cabeza del
fantasma, diciéndole:
- ¿Ya estás
satisfecho?
Pero el fantasma, levantando sus
manos, le dio un terrible golpe, y dijo:
- Si,
pero ahora tú, ¿estás satisfecha?
La chica
se cayó al piso, y en el mismo instante el fantasma se hundió en su sepulcro, el mismo en el que había estado sentado,
para nunca más ser visto.
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