La película va de una pandilla de chiquines que tiene los miembros que cualquier pandilla: el niño gordo que mueve las tetas, el chino, el que tiene asma y aparato, y el que habla italiano. Luego también está el hermano mayor, que nada más que piensa en arrimar el apio a la vinagreta, y dos chiquinas que una es muy mona y la otra es más fea que un cañonazo de estiércol, pero muy simpática (fue “Miss guapa con gafas” en un pueblo de Wichita). Las dos a lo tonto, a lo tonto, se morrean con media pandilla. Esas no pierden el viaje.
Y luego hay una familia italiana que los persigue porque los italianos nunca corren delante de nadie, siempre van detrás. Y los chiquines viven mil aventuras: destrozan la red de tuberías de la ciudad, saquean un pozo de los deseos, sueltan un barco pirata… Por eso se hacen llamar Los gumias.
Entonces el niño gordo conoce a Rossi de Palma, comen chocolate, y entre todos le roban el tesoro a un esqueleto tuerto.
También hay una asistenta italiana que debe ser fans de Madonna porque la nombra mucho y que anda más perdida que un inglés en la ducha, y que es lo que le da la calidad a la película.
Los diálogos están muy bien porque el niño con aparato dice Chefter Cofefpof y al niño chino le falta el lóbulo frontal.
Te la recomiendo si te gusta llevar aparato o arrimar el apio a la vinagreta.
-Ángel Sanchidrián
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