Bueno, pues hoy he visto “Memorias de una geisha” y os voy a contar un poco.
La película va de una chiquina japonesa que le ponen dos lentillas azules como dos sugus de piña y la enseñan a ser geisha, que es una pilingui que no puede comer chicle con la boca abierta ni llamar “vaquero” a sus clientes. Además tienen nombres como Jasumomo, Chichimongui o Agaporni, en vez de Katty o Shue Pamela.
A la niña la llevan a un colegio de geishas donde la profesora le dice que es una cerda inmunda y un adefesio de campesina y le enseñan cosas de geisha: a hacer el baile del cuñado borracho, a no beber el té como una yegua, a mover los abanicos como Locomía, a correr con los zuecos como en los vídeos de Benny Hill... Además la profesora va detrás de ella dándole con un bambú y le aprieta una hostia hasta por bostezar; es otro sistema educativo.
También hay otra geisha que le ha cogido ojeriza a la niña y tiene un beber samurái que para ella todo son columpios. Y otra que la llaman calabaza y la pobre es más fea que lo de arriba del melón. Todas se aprietan mucho la bata y caminan como cuando llevas los pantalones por los tobillos y te haces pis, que es lo que le da la calidad a la película.
Entonces cuando crece le dicen que a veces la anguila del hombre desea visitar la cueva de la mujer, que es “follar” en japonés, porque esa gente habla como Sabina, que sin decirlo lo dice. Pero que no se preocupe que los japoneses ahí abajo son como el rabo de una boina, que lo cuentan en callejeros viajeros
La banda sonora está muy bien porque es darle con un palo a una lata, y el maquillaje es muy bueno porque con el aguaplás y el moño a rosca la chiquina parece el choped de Mickey Mouse.
Te la recomiendo si te gusta llamar vaquero a tus clientes o hacer el baile del cuñado borracho.
-Ángel Sanchidrián
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