domingo, 19 de enero de 2025

A UN OLMO SECO

  Al olmo viejo, hendido por el rayo 
y en su mitad podrido,
 
con las lluvias de abril y el sol de mayo
 
algunas hojas verdes le han salido.

  ¡El olmo centenario en la colina 
que lame el Duero! Un musgo amarillento
 
le mancha la corteza blanquecina
 
al tronco carcomido y polvoriento.

  No será, cual los álamos cantores 
que guardan el camino y la ribera,
 
habitado de pardos ruiseñores.

  Ejército de hormigas en hilera 
va trepando por él, y en sus entrañas
 
urden sus telas grises las arañas.

  Antes que te derribe, olmo del Duero, 
con su hacha el leñador, y el carpintero
 
te convierta en melena de campana,
 
lanza de carro o yugo de carreta;
 
antes que rojo en el hogar, mañana,
 
ardas en alguna mísera caseta,
 
al borde de un camino;
 
antes que te descuaje un torbellino
 
y tronche el soplo de las sierras blancas;
 
antes que el río hasta la mar te empuje
 
por valles y barrancas, 
 
olmo, quiero anotar en mi cartera
 
la gracia de tu rama verdecida.
 
Mi corazón espera
 
también, hacia la luz y hacia la vida,
 
otro milagro de la primavera.

Antonio Machado, 4 de mayo de 1912

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