viernes, 17 de enero de 2025

ODA A LA VIDA RETIRADA

¡Qué descansada vida 
la del que huye el mundanal ruido 
y sigue la escondida 
senda por donde han ido 
los pocos sabios que en el mundo han sido!

Que no le enturbia el pecho 
de los soberbios grandes el estado 
ni del dorado techo 
se admira fabricado 
del sabio Moro, en jaspes sustentado.

No cura si la fama 
canta con voz su nombre pregonera 
ni cura si encarama 
la lengua lisonjera 
lo que condena la verdad sincera.

¿Qué presa a mi contento 
si soy del vano dedo señalado? 
¿Si en busca de este viento 
ando desalentado 
con ansias vivas, con mortal cuidado?

¡Oh monte, oh fuente, oh río, 
o secreto seguro y deleitoso! 
Roto casi el navío 
a vuestro almo reposo 
huyo de aqueste mar tempestuoso.

Un no rompido sueño, 
un día puro, alegre, libre quiero; 
no quiero ver el ceño 
vanamente severo 
de a quien la sangre ensalza o el dinero.

Despiérteme las aves 
con su cantar sabroso no aprendido; 
no a los cuidados graves 
de que es siempre seguido 
el que al ajeno arbitrio está atendido.

Vivir quiero conmigo 
gozar quiero del bien que debo al Cielo. 
a solas, sin testigo, 
libre de amor, de celo, 
de odio, de esperanzas , de recelo.

Del monte en la ladera, 
por mi mano plantado, tengo un huerto, 
que con la primavera 
de bella flor cubierto 
ya muestra en esperanza el fruto cierto.

El aire el huerto orea 
y ofrece mil olores al sentido; 
los árboles menea 
con un manso ruido 
que del oro y del cero pone olvido.

Téngame su tesoro 
los que de un falso leño se confían; 
no es mío ver el lloro 
de los que desconfían 
cuando el cierzo y el álbrego porfían.

La combatida antena 
cruje, y en ciega noche el claro día 
se torna , al cielo suena 
confusa vocería 
y la mar enriquecen a porfía.

A mí una pobrecilla 
mesa de amable paz bien abastada 
me basta, y la vajilla 
de fino oro labrada, 
sea de quien la mar no teme airada.

Y mientras miserable- 
mente se están los otros abrasando 
con sed insaciable 
del peligroso mando, 
tendido yo a la sombra esté cantando.

A la sombra tendido, 
de hiedra y lauro eterno coronado, 
puesto el atento oído 
al son dulce acordado 
del plectro sabiamente meneado.

Y como codiciosa 
por ver y acrecentar su hermosura 
desde la cumbre airosa 
una fontana pura 
hasta llegar corriendo se apresura.

Y luego sosegada, 
el paso entre los árboles torciendo, 
el suelo de pasada 
de verdura vistiendo 
y con diversas flores va esparciendo.

Fray Luis de León

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