También
la piedra, si hay estrellas, vuela.
Sobre
la noche biselada1
y fría
creced,
mellizos lirios de osadía;
creced,
pujad2,
torres de Compostela.
Campo
de estrellas vuestra frente anhela,
silenciosas
maestras de porfía.
En
mi pecho -ay,
amor- mi fantasía
torres
más altas labra. El alma vela.
Y
ella –tú-
aquí, conmigo, aunque no alcanzas
con
tus dedos mis torres de esperanzas
como
yo éstas de piedra con los míos,
contempla
entre mis torres las estrellas,
no
éstas de otoño, bórralas; aquellas
de
nuestro agosto ardiendo en sueños fríos.
Gerardo Diego
1 Biselada: la superficie tersa del cielo nocturno, sobre la que se alzan las torres, le hace pensar en un espejo biselado.
2 Pujad: aquí se usa en la acepción de “subir, ascender”.
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