lunes, 12 de agosto de 2024

AMOR A LOS 60

El hombre y la mujer son limitados y frágiles. Cuando no falta una cualidad, sobra un defecto. Afortunadamente existe el camino del espíritu, en donde todo es perfecto y duradero, allí podemos recurrir cuando estamos dispuestos a iniciar la gran aventura de compartir nuestra vida con la pareja. 
Así, aparte de preocuparse por su físico, sus sentimientos y pensamientos, las parejas han cultivado el espíritu, saben que deben trabajar como si todo dependiera de ellos puesto que nunca podremos determinar cuándo termina nuestro trabajo y dónde empieza esa gracia, la gracia sobrenatural, que las mujeres tienen la facultad de captar más fácilmente que los hombres. 
El hombre o la mujer de 60 ó más años, han tenido más tiempo y oportunidades que los jóvenes para aprender a amar de verdad, con un amor completo. 

Durante la juventud, en realidad, casi nunca se sabe lo que es amar de verdad; suele más bien ser enamoramiento y pasión. Esto significa que en la mayoría de los casos ese pretendido amor recibe toda su fuerza del impulso instintivo. 
Más que amor es un deseo corporal o sentimental que busca al otro para sentirse feliz, pero casi nunca busca la felicidad de su pareja, sino la propia. 

En cambio, pasada la juventud, en las personas de carácter sano, el amor suele volverse más maduro y son capaces de amar de verdad a la persona que escogen para compartir su vida, porque entonces ya no es tan fácil que seamos dominados por la pasión ciega o el romanticismo exagerado. 
En estos tiempos, sobre todo en las grandes ciudades, se da mucho el fenómeno del divorcio, que sorprende a las parejas de gente de la tercera edad que viven felices después de muchos años de matrimonio. 

Estas han aprendido a compartir también la enfermedad, los achaques, las despedidas de los hijos, la muerte de amigos, en fin, su paulatina disminución de actividad e incluso de fuerza, para apoyarse mutuamente. 

Es en la edad avanzada, cuando su comunión es total, porque quedan atrás egoísmos, vanidades, superficialidades, competencias inútiles, pleitos y malentendidos.

Carlos Lara

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