
La
noche de San Juan es una fecha en la que numerosas leyendas
fantásticas convergen, justo en el momento en el que se abren de par
en par las invisibles puertas del “otro lado”; se permite el
acceso a grutas, castillos y palacios encantados; se liberan de sus
prisiones y ataduras las reinas moras, las princesas y las infantas
cautivas merced a un embrujo, ensalmo o maldición; salen a dar un
vespertino paseo a la luz de la luna misteriosos seres femeninos en
torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de raros
espíritus amparados por la oscuridad de la noche y ocultos en los
matorrales; las mozas enamoradas sueñan y adivinan quién será el
galán que las despose; las plantas venenosas pierden su dañina
propiedad y, en cambio, las salutíferas (las que curan) centuplican
sus virtudes (o sea, que son mucho más efectivas. Las horas
nocturnas son inmejorables para recolectarlas en el campo); los
tesoros se remueven en las entrañas de la tierra y las losas que los
ocultan dejan al descubierto parte del mismo, para que algún pobre
mortal abandone su miseria; los helechos florecen al dar las doce
campanadas; el rocío curarían mil y una enfermedades y, además,
hace más hermoso y joven a quien se embadurne con él su cuerpo.
A
esta noche, la más mágica del año desde tiempos ancestrales, van
unidos una serie de rituales y de leyendas, de origen antiquísimo y
posible influencia pagana, que todavía hoy, en gran medida, se
practican en nuestra tierra. Muchos de estos ritos son meras
supersticiones, otros están basados en usos y costumbres medievales
con fundamentos agrícolas y relacionados con la medicina natural.
Finalmente, se dan algunos rituales inventados por desaprensivos para
engañar a las gentes de buena fe.
El
nombre de “verbena de San Juan”, con el que se conoce esta fiesta
en Málaga, tiene su origen en la leyenda según la cual toda persona
que esa noche lleve entre sus prendas de vestir unas hojas de la
planta llamada verbena (hierba vivaz cultivada como planta
ornamental) quedará curada de todos sus males. Es sabido que a
determinadas plantas, como la citada, la albahaca, el trébol y la
valeriana, entre otras, se les atribuyen propiedades curativas que se
refuerzan durante esa noche. Otras especies, como el laurel, gozan de
distintas propiedades: se dice que tienen el poder para alejar a los
malos espíritus, ya que en San Juan se abre una puerta hacia lo
desconocido, de modo que posibilita a los hombres entrar en contacto
con otros mundos supra o infrahumanos en el que pueden ser “tocados”
por brujas, espíritus y demonios.
Según
otra leyenda, esa noche las plantas venenosas pierden su poder
tóxico, pero lo recuperan con la salida del sol del siguiente día
(conviene advertir que no es recomendable experimentar esta
tradición: con toda seguridad, las plantas venenosas, seguirán
siéndolo).
En
cuanto a rituales propios de la noche de San Juan se da una amplísima
variedad, aunque parece que el agua y el fuego son elementos
dominantes tanto en Galicia, Asturias y la cornisa cantábrica como
en Levante y las costas andaluzas o el interior peninsular.
Aquí
se analizan, brevemente, algunos de los ritos más difundidos en
Andalucía.
RITOS
Y PREDICCIONES
San
Juan y la lluvia.
Málaga es una tierra donde las lluvias escasean durante la mayor
parte del año, de modo que uno de los rituales tiene como objetivo
determinar los meses que lloverá el año siguiente. Consiste en
coger una cebolla y trocearla en doce porciones, correspondientes a
los meses del año, que se colocarán en hilera sobre una superficie
plana. A continuación se espolvorean con unos granos de sal y se
colocan en un lugar donde puedan recibir el rocío de la noche. Al
amanecer del día 24, los trozos de cebolla en los que la sal se haya
convertido en agua se corresponden con los meses de lluvia del año
siguiente.
San
Juan y el amor.
Un tema que siempre ha preocupado y sigue preocupando a las personas
es el estado de sus relaciones amorosas, en el caso de tenerlas, y,
en el caso de no tenerlas, saber cuándo se encontrará el amor. Otro
interrogante, en este sentido, es saber si la persona amada
corresponde o no al amor que se le dispensa. Sobre este asunto se
celebran muchos rituales durante la noche de San Juan.
Si
se desea saber el nombre de la persona con la que se contraerá
matrimonio, la tradición recomienda poner un cubo lleno de agua en
la calle, o en cualquier lugar al aire libre, a las doce de la noche
del 23 de junio, víspera de San Juan, y dejarlo reposar toda la
noche. Una vez que ha salido el sol del día siguiente, el cubo se
debe vaciar en una calle y quedar a la espera de que pase una
persona. El hombre de esa persona (se lo preguntamos) será el del
futuro cónyuge.
Si
lo que se pretende es saber si el amor es correspondido, hay varios
rituales que se pueden llevar a cabo. Uno de ellos consistirá en
colocar un plato con agua “al sereno” (al aire libre), desde la
doce de la noche del día 23 de junio hasta la salida del sol del día
24. Cuando salga el sol, habrá de ponerse dentro del plato dos
agujas finas de coser, representando a cada una de las personas de la
pareja. Si las agujas empiezan a moverse y a perseguirse por el agua,
será señal clara y evidente de que la otra persona corresponde al
sentimiento amatorio. Si las agujas permanecen inmóviles dentro del
agua, las esperanzas son vanas, ya que la otra persona no se siente
atraída por el amor que se le profesa.
También
se puede conocer si la persona amada corresponde al amor mediante la
observación de las hojas de la higuera. La noche de San Juan deberán
cogerse 2 hojas de higuera negra, una por cada miembro de la pareja
y, habrán de dejarse al aire libre, donde no puedan ser tocadas por
ninguna persona ni animal. A la mañana siguiente, si la hoja
correspondiente al amado se mantiene fresca y con un color brillante,
ello significará que, efectivamente, el amor es correspondido.
Hay
otra manera un poco más compleja de averiguar si la persona a la que
se ama siente un amor recíproco. Se requiere la colaboración de
otra persona en la que se tenga plena confianza y que tenga la misma
fe en el poder del ritual, pues, de lo contrario, no surtirá efecto.
A las doce de la noche (siempre la víspera de San Juan) se
introducirá el mazo de un almirez en el interior de un canasto de
mimbre. El canasto habrá de colgarse de una llave grande de hierro
(de las antiguas) que sujetarán con un dedo cada una de las dos
personas por un extremo. La que desea conocer si es correspondida en
su amor deberá pronunciar la siguiente fórmula: “Por
las tres estrellas del cielo y por las tres del mar, si (el nombre
de la persona amada) me quiere, que eche la llave a andar”.
Si la persona invocada corresponde al amor, la llave girará sobre
los dedos que la sostienen.
Si
lo que se pretende es averiguar si habrá boda, hay un pequeño juego
que también se realiza esa noche, entre tres amigas, y que consiste
en esconder tres habas, una pelada, otra a medio pelar y la tercera
con la vaina completa (obviamente, las ha de esconder otra persona).
A las doce de la noche se inicia la búsqueda de las habas. La
tradición dice que la moza que encuentre el haba con la vaina entera
será la primera de las tres en casarse.
San
Juan y la muerte.
El ser humano siempre ha sentido una gran incertidumbre respecto a la
duración de su vida. Para poder predecir si se seguirá viviendo
hasta la próxima noche de San Juan, hay un ritual que –al parecer-
comunica al imprudente curioso este dato. Esta creencia se basa en
atribuir a los primeros rayos del día de San Juan un poder mágico
para predecir si nuestra vida durará un año más o no. Para ello,
la persona que desea consultar sobre su destino habrá de colocarse
en el umbral de una puerta orientada al este y que tenga la
suficiente anchura como para no sobresalir del quicio. Deberá
permanecer en esa postura unos momentos antes de que aparezcan los
primeros rayos de sol sobre la puerta. Si al incidir el sol sobre la
persona, la sombra que se produce está descabezada, querrá decir
que no vivirá hasta la próxima noche de San Juan; si, por el
contrario, la sombra tiene su correspondiente cabeza, podrá
disfrutar de todo un nuevo año de vida.
Otra
ceremonia anuncia de manera imprecisa si la vida de una persona va a
terminar pronto o, por el contrario, será más duradera. El ritual
se celebra durante la mañana de San Juan: el interesado debe
acercarse a un río, inclinarse y mirarse en él. Si el río refleja
la imagen con dos caras, significa que la muerte está próxima (por
fortuna, las leyes de la óptica aseguran que suele reflejarse una
sola imagen).
También
hay un ritual que muestra la cara que se tendrá al morir. De alguna
manera, esta superstición incide también en la duración de la
vida, ya que se sabrá si el óbito está más o menos cercano
dependiendo de la imagen. Para esta acción se necesita una sartén,
en la que se pondrá alcohol o aguardiente y azufre. Se le prenderá
fuego y se apagará la luz. Todos los presentes en el ritual se verán
con la cara que tendrán cuando mueran; cuanto más ajada y
envejecida esté, más larga será la vida, naturalmente.
San
Juan y las plantas.
También hay numerosas leyendas que hablan de la influencia de la
noche de San Juan sobre las plantas, a poco que se reúnan algunos
requisitos. Se dice que los árboles frutales producirán el doble en
la próxima cosecha si a media noche se hace una cruz sobre su
tronco. Otra forma de incrementar su producción por encima de lo
normal, según la tradición, es regándolos al amanecer con agua de
manantial. También la higuera parece adquirir propiedades especiales
esa noche: si a las doce de la noche se mira la luna y después a la
higuera, ésta florecerá. También florece esa noche el helecho, y
si se puede coger y conservar algunas flores de cualquiera de estos
árboles, se será muy afortunado en los próximos doce meses. Otra
variante de la leyenda dice que es la hierbabuena la que se puede ver
florecer esa noche y, si se es capaz de mantenerlo en secreto, se
gozará de buena fortuna durante todo un año. Los manzanos, por su
parte, darán una excelente cosecha si llueve la noche de San Juan o
a lo largo de todo día siguiente. Si en la víspera de San Juan se
planta una hortensia en un tarro con tierra y agua, se concederá lo
que se pida, si se pone fe en la petición a la vez que se piensa en
el bautismo del Bautista (Juan). Otra tradición dice que si esa
noche se tira un cabo de vela a los campos, éstos responderán, en
su momento, con una siembra próspera y, por consiguiente, con una
exuberante cosecha. Por otra parte, si en la noche mágica se llevan
a los campos matojos de hierbas encendidas, todas las plagas que
pudieran afectar a las cosechas dejarán de dañarlas, favoreciendo
la salud de las plantas y la abundancia de frutos.
Otros
rituales con plantas ayudan a preservar la salud de los hombres y la
de las casas: si la noche de San Juan se adorna la puerta y las
ventanas de una casa con ramas de pino o de fresno, se estará
protegiendo de los rayos. Si esa noche se alfombran los umbrales de
puertas y ventanas con ramas y flores y se dejan hasta que se sequen
y se conservan adecuadamente, cuando se esté enfermo, tomadas en
infusión remediarán las dolencias.
Hispania
incógnita, Fernando Arroyo (coord.) – págs. 134 a 140