lunes, 2 de junio de 2025

CUADERNOS DE VIAJE: INDIA

Día 1

Antes de ir a la India puedes haberte leído guías de viaje hasta creer que nada podrá sorprenderte, pero hay tal densidad de vida que cualquier calle, cualquier rincón impacta.

No hay tregua para el viajero. Nada más llegar me alcanzó un calor opresivo y una docena de personas que querían llevarte a cualquier parte todos a la vez. Escogí un auto ricksaw tras ofrecer doscientas rupias como si me estuviera vendiendo a mi mismo. Aquí no basta con llevar un meticuloso plan, tienes que tener paciencia y tozudez y aún así se pondrá a llover. El tráfico es un caos donde te sientes una gota en mitad de un torrente intentando reafirmar tu presencia y adelantar en base a bocinazos constantes. Hay gente durmiendo en la calle, niños pequeños jugando, familias enteras entretejiéndose con la circulación y cada uno se busca su propio espacio.

El hotel me transmitió la sensación de un viejo con sombras y arrugas malamente maquillado con ceras infantiles. Desde la ventana se pueden ver la telaraña que es la red eléctrica de por aquí y los tenderetes, cuidados por niños, con una chapa metálica por toda protección contra la lluvia. Parece ser que esta imprevisible tromba de agua es el único oasis de calma que puedes encontrar en las ciudades. Me echo a dormir sabiendo que hay cucarachas en algún lugar de mi habitación y que más me vale acostumbrarme al rugido del ventilador.

 

Día 2

Me he levantado más sudoroso de lo que me acosté, supongo que es cuestión de acostumbrarse. Sé que va a ser un día largo. Aquí el turista es la atracción, un posible dispensador de monedas con un misterioso color de piel.

Las avenidas son estrechas, invadidas de gente y un olor a exótica sopa requemada con ingredientes que van desde lo empalagoso de un puesto de frutas hasta el hedor de unos baños públicos. Es casi imposible encontrar papel higiénico o una ducha en condiciones, son lujos comunalmente no implantados.

Hay vendedores de flores, de refrescos, de música, de telas, de estatuillas. Los niños se te acercan y, aunque sabes que no debes de darles limosna, se te encoge el corazón al ver sus ojos hambrientos. Les enseñe a hacer barcos y pajaritas de papel hasta que se me agotó el cuaderno. Tomé un coco verde. La fruta es espectacular, el fundamento de la alimentación junto con el arroz. Finalmente acudí al restaurante donde me sirvieron una pintura impresionista.

 

Día 3

Hoy alquilé un chofer por todo el día. Si circular por la ciudad es la ley de la jungla, por carretera es un ejercicio de imaginación psicótica. Los dos carriles bacheados se estiran hasta cuatro y ver venir a un camión de frente mientras pones tu vida en las manos del camión que estás intentando adelantar es algo más que emocionante.

Hay gente caminando a los lados, mujeres de coloridos saris cargadas con bolsas y vasijas, niños pastores y un anciano con una bicicleta cuyo equilibrio parece un milagro de ingeniería. El paisaje tiene una riqueza verde no domada que se ha adueñado de cualquier altura.

Llegué al templo con pájaros con sobrevolándome. La India es un arco iris que las fotografías no pueden capturar. Tenía un aspecto antiguo pero cuidado, con grandes detalles. Dentro me recibió un hombre con un gigantesco turbante enjoyado y tres dioses, uno de ellos colocado para que sólo lo vieran los hombres. Dejé una flor de ofrenda sobre una piedra anaranjada.

Los monos son graciosos hasta que saltan a quitarte la comida. Aquí hasta los animales te evalúan y te asaltan en avalancha a la menor oportunidad.

 

Día 4

 Último día. Me lo he reservado para perderme. En la India todos tienen una sonrisa que basta una fotografía para sacar, pero también hay gente tirada en la calle, un perro enfermo que se acerca a olfatearte, sadus con el rostro pintado intentando que el mundo se detenga frente a ellos, ancianos en los que se pueden contar los huesos, niños jugando con cometas. El país me ha dejado la sensación de un tigre encadenado que se alimenta de sus cadenas. Lo mejor es la amabilidad de las personas sin importar su condición, lo peor es la higiene, esa costumbre de escupir y esos charcos indeterminados en las calles. Creo que ella te sostiene una curiosa y resignada mirada de niña vieja y simplemente espera.

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