jueves, 4 de julio de 2024

ORGULLO Y PREJUICIO

Bueno, pues hoy he visto “Orgullo y prejuicio” y os voy a contar un poco.

La película va de unas chiquinas que viven en la época esa antigua de llamar “padre” a tu padre y no “pápa” y de no hacer pedos con la mano en el sobaco. Entonces la madre, que le pierde el ansia roñosa, quiere casarlas con cualquiera que tenga viruta. Bueno, a las pequeñas no porque son tres grullas cojoneras.

Así que van a las fiestas a criticar y a bailar los minués que voy, que vengo, que me marcho, que vuelvo, y luego dando palmas y tirándose de los brazos de poder hacerse daño. Ríete tú de los punkis bailando ska. Y cuando se saludan se hacen unas reverencias que se tronchan el coxis y dicen “¡Lord Pinkleton, sois incorregible! Oh, ha sido una velada verdaderamente deliciosa, estoy deseando contárselo a la prima Betsy, es tan buena conmigo…”

La rubia se enamora de uno que es una flor de pitiminí y la morena de otro muy serio, con el gesto audaz de un mono comiéndose un moco. Que ese además tiene una tía mayor que se peina con la batidora y que no se ríe aunque le digas “¡Las cocretas no engordan, engordas tú!” que cualquiera se monda con eso.

La madre dice que su hija la Lizzi es un loto fresco y la otra, la Jane, una boñiga con lazo. Y mientras el padre anda paseando a un cerdo y saqueando la bodega, él a sus minucias. La verdad es que cuando está sobrio es majo, y es lo que le da la calidad a la película.

Los diálogos yo no me entero de nada pero son muy buenos porque hablan como los libros de COU, ni un cantidubi ni un cómeme el níspero, y la música es de piano con patos y barrancos.

Te la recomiendo si te gusta bailar los minués o decir que “las cocretas no engordan, que engordas tú”.

-Ángel Sanchidrián

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