sábado, 5 de octubre de 2024

PIRENE

Sophie RudeThe Death of Cenchirias, son of Neptune and the nymph Peirene

Cuentan que Pirene fue una bellísima ninfa, diosa de las aguas y de los manantiales, que acostumbraba a descansar a la orilla de un lago tranquilo. Y dicen que mientras los ruiseñores cantaban a su alrededor, ella se miraba reflejada en las cristalinas aguas y acariciaba dulcemente sus largos y rubios cabellos.
La paz y la calma llenaban la vida de Pirene que, de vez en cuando, se sobresaltaba por las voces y el escándalo que formaban unos gigantes que vivían en las altas montañas. Ella sabía que aquellos monstruos salvajes querían destruir la tranquilidad de su valle. Pero al mismo tiempo se sentía segura porque un frondoso bosque impedía que sus enemigos se acercaran.
Un día, unas nubes grises y oscuras amenazaron con descargar una tormenta de rayos y truenos, pero los malvados gigantes las agarraron con sus enormes manos y las arrojaron sobre el bosque que les separaba de Pirene. 
Inmediatamente comenzaron a arder todos los árboles y la maleza se convirtió en llamas, sin que Pirene pudiera evitarlo. La noticia llegó hasta oídos de Zeus, dios de dioses, que mandó a su hijo Hércules para que sofocara el incendio y recatar a Pirene del infierno. El hijo obedeció a su padre y llevó a la ninfa junto al mar para que pudiera descansar y recuperarse. 

-Pirene -le dijo- aquí estarás a salvo, Y Hércules regresó al valle para acabar con los malévolos gigantes. 
-Tu valle se ha convertido en cenizas pero buscaré otro para ti -le dijo al regresar a su lado. 
-No. Yo sólo amo mi valle y quiero regresar a él -respondió la diosa.

Pero allí ya no había pájaros, ni flores, ni mariposas, ni árboles... Todo había sido destruido por el fuego. Incluso el manantial arrastraba las cenizas del incendio y sus aguas ya no eran cristalinas. Pirene no pudo soportar aquel desastre y murió de pena al contemplar su valle deshecho. Hércules recogió el cuerpo de la Diosa para llevarlo a lo más alto de las cumbres y para que nunca fuera olvidada levantó allí el más hermoso de los monumentos: una gran cordillera montañosa que separa España de Francia. Y en su honor la llamó Pirineos.

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