martes, 22 de octubre de 2024

UN CABALLERO IDEAL

La imagen romántica de los caballeros medievales que vivían entregados a fabulosas aventuras y fieles a un estricto código de honor, no está alimentada sólo por la literatura de los cantares de gesta o por sagas como la del Rey Arturo, sino también por algunos pocos personajes históricos cuyas andanzas cobraron estatura mítica.
Durante centurias los niños franceses escucharon encantados las hazañas, los dichos y hechos del condestable Bertrand Duguesclin, uno de los grandes héroes de la Edad Media, el cual recibió de su rey el encargo de expulsar a los ingleses del territorio de Francia en el siglo XIV.
Sus actos de arrojo y sus muestras de piedad sólo eran comparables a la arrogancia con la que rubricaba sus palabras. Hecho prisionero por el Príncipe Negro, le pidió éste que él mismo fijase el precio de su rescate. "Cien mil libras" -contestó Duguesclin sin vacilar, una cifra formidable para aquellos tiempos. Maravillado, el Príncipe Negro le preguntó de dónde sacaría tamaña fortuna. El condestable repuso con inconmovible seguridad: "No hay muchacha en Francia que no esté dispuesta a tejer una rueca llena para pagar mi rescate". En efecto, al poco tiempo, los franceses pagaron el rescate hasta la última moneda.
El condestable era un guerrero a las órdenes de la realeza, no un caballero andante que salía por el mundo a "desfazer entuertos"; pero se dice que jamás cometió tropelías que dañasen su honor y, más aún, predicó la defensa y el respeto a los códigos de caballería en cada oportunidad. Entre los dichos que se le atribuyen, están el de que "de nada vale ganar una batalla y perder el alma". O las palabras que habrían constituido su regla de oro: "Nunca olvides, dondequiera que hagas la guerra, que el clero, las mujeres, los niños y los pobres no son tus enemigos".
Se dice que anteponía el honor a todo. Sin embargo, el mayor hecho de honor de toda su historia, no lo protagonizó él sino su enemigo.
Hallándose Duguesclin sitiando un castillo en Languedoc, el gobernador inglés prometió entregarlo en un día determinado, si antes no eran socorridos. Pero falleció Duguesclin antes del día señalado para la entrega del castillo, de modo que el ejército francés que encabezaba no llegó a tomarlo.
Bien pudo el gobernador inglés redoblar la defensa y aguardar los refuerzos que venían en camino. Sin embargo, fiel a la palabra dada al contendiente caído, el día indicado se presentó en el campo enemigo al frente de toda su guarnición. Y a ningún subalterno entregó las llaves del castillo, sino que avanzó hasta la mismísima tienda del condestable y las depositó sobre el féretro.
Tal como había prometido.

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