viernes, 19 de abril de 2024

CAMBIO

El fuego danzaba inquietamente, de un lado a otro. Aún quedaba mucho por hacer, todo tenía que estar preparado, antes de que llegaran las demás. Un grupo de mujeres eran las encargadas de la organización.

Melora, una muchacha de cabellos largos ondulados, de tez blanquecina, menudita, rebuscaba entre los objetos, observándolos una y otra vez, murmurando cosas, incapaces de ser percibidas por cualquiera que no estuviera a su lado.

Otra de las mujeres allí presentes, desplegó una tela negra sobre el suelo. Helenie, corpulenta de movimientos lentos pero precisos, colocaba dificultosamente la tela del suelo. Melora se acerco corriendo para ayudarla.

- Espera bruta, déjame ayudarte, que te vas a caer – Le dijo con un tono dulce. En ese momento Helenie perdió el equilibrio abalanzándose contra el suelo. Un estallido de risas se abrió paso en la silenciosa noche.

Rohana, estaba absorta en su tarea, sin prestar atención a ninguna de las otras. Ella era feliz entre sus plantas, sus cacharros y sus inciensos. Estaba preparando uno de sus múltiples potingues, mezclando y machacando las hojas que caían en sus manos. Tenía un gran cuenco, donde iba echando sus mezclas.

La pequeña Igraine se acerco a curiosear

- Rohana que estás haciendo, me enseñas quiero aprender… Porfiiiiiiiii

Igraine, era la más pequeña del grupo, preguntona e inquieta. Atenta siempre de lo que hacían las demás. Se acerco con cuidado para no molestar a Rohana en su tarea, observando los movimientos de esta. Después de un rato observando y escuchando, Rohana le ofreció el cuenco para que ella continuara. La cara de la pequeña se lleno de felicidad.

-Rohana como van, los inciensos y las hierbas ya están listas – Pregunto Melora, alzando la voz para que pudiera oírla.

-Enseguida terminamos.

Ya estaba todo preparado, un gran círculo hecho con flores y piedras en el suelo. La tela de color negro, estaba adornada con más flores y piedras. Las mujeres habían colocado varias velas pequeñas y dos velones enormes con un símbolo distinto cada una. Cerca se hallaba un plato con panes, pastas y frutas

Helenie, se acerco, arrodillándose frente a la tela. Sostenía algo entre sus manos, rodeado por una fina tela de color verde oscuro, con cuidado fue desenvolviéndolo, como si tuviera miedo de que se rompiera. Una vez desenvuelto se podía observar una daga, la cual deposito en la tela. Prosiguió con su tarea haciendo lo mismo con un cáliz

Las cuatro mujeres se agruparon, riendo. Estaba todo listo, solo faltaban las demás, que pronto comenzaron a llegar.

La primera en llegar fue Aldaina, portando algo entre sus manos de gran tamaño. Tras ella llegaron Margaly y Hecatien, portando una, un gran cuenco y la otra un paquete. Las tres mujeres eran más o menos de la misma estatura, de pelo negrizco y largo, con la misma vestimenta que las demás, exceptuando a Igraine, túnicas azul claro, acompañadas de una capa aterciopelada de color azul oscuro

No faltaba nadie, estaba todo listo, solo había que comenzar. Aldaina desenvolvió hábilmente el objeto, dejando al descubierto un gran libro de cuero.

En ese momento el fuego se avivo, las llamas cada vez eran más grandes, y rojizas. El cuenco más pequeño fue llenado de agua y el cáliz de vino.

Una de ellas se coloco frente al altar improvisado, alzando las manos hacia cielo. Y dijo con voz firme y fuerte:

- Yo, suma sacerdotisa, invoco a la gran madre, para que esté presente esta noche y nos proteja. Espíritus del norte y del sur, de este y del oeste, os doy la bienvenida, permanecer a nuestro lado, protegernos de todo aquello que no sea invitado. Invoco a nuestros hermanos, ya fallecidos, para que nos acompañen esa noche tan especial...

Bajando los brazos, dio la vuelta para ver a las demás, agarradas de las manos y los ojos cerrados. La suma sacerdotisa estiro el brazo apuntando a una de ellas. Hizo un gesto para que se aproximara. La voz de la sacerdotisa era cada vez más firme y fuerte.

- Igraine, nuestra pequeña, hoy es tu día, dejaras atrás tu niñez, para convertirte en la gran mujer que eres. Y pasar al servicio de la Gran Madre.

La pequeña retrocedió un poco al escuchar a la Gran Sacerdotisa las últimas palabras, en ese momento, la cabeza se lleno de pensamientos, la invadían por todas partes, estaría preparada para ese momento. Perdió la noción del tiempo, escuchaba a la sacerdotisa hablar, ella repetía, pero sin ser consciente del acto. El olor a incienso le comenzó a marear, todo le daba vueltas. Los contornos comenzaron a perder su forma, figuras negras que se difuminaban a medida que pasaba el tiempo.

Las mujeres la despojaron de sus ropajes amarillentos, Helenie cogió el paquete, rompiendo la tela que lo envolvía saco una larga túnica de color azul claro, para acto seguido ofrecérselo a la muchacha. Comenzó a vestirse sin prisa y antes de terminar de colocársela, se abalanzo contra el suelo, arrodillándose. Todas se quedaron expectantes, sin decir nada. Igraine no pudo controlar sus lágrimas, unas lágrimas que le sabían a gloria.

Una de las mujeres quiso acercarse para consolarla, pero fue interrumpida por la Suma sacerdotisa, que hizo un gesto para que volviera a su sitio. Igraine percibió lo sucedido, incorporándose de un salto, se coloco frete a las mujeres, dejando que la túnica se acomodara por su cuerpo. Aldaina se coloco detrás de ella y la envolvió con sus brazos, depositando en sus hombros una capa aterciopelada azul oscuro, colocándose frete a ella, la beso dulcemente en las mejillas sonrosadas. Las demás repitieron el acto en silencio.

Las mujeres enloquecieron, comenzaron a bailar alrededor del fuego, algunas parecían seguir el ritmo de las llamas, que danzaban de un lado a otro. Comieron bebieron, rieron, cantaron. Disfrutaron como si de la última celebración se tratase. Igraine lucía una gran sonrisa en la cara y un brillo especial en los ojos. Las mujeres pudieron ver con claridad como Igraine había pasado de ser una niña, a una mujer…

- Mamá, mamá, venga que llegaremos tarde, no me quiero perder nada…

Igraine volvió en sí, su hija tiraba de su brazo para que se dieran prisa. La tomo entre sus brazos, abrazándola lo más fuerte posible. La pequeña hizo intento de escaquearse, se movía como una pequeña lagartija intentado librarse de los brazos de su madre. Pero cesó, al oír a su madre llorar

- ¿Pasa algo mamá?

- No pequeña, son lagrimas de felicidad, hoy es un día muy importante para las dos, aunque más para ti- Dio un beso dulce en la frente de la niña- Venga vámonos, las demás nos están esperando…

-Athenea

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