martes, 16 de abril de 2024

AUTOSERVICIO

Dice la Marce que una mujer de hoy en día se tiene que dar placer a sí misma porque tú conoces mejor que nadie tu propio cuerpo y tus zonas de marisqueo. Así que me ha regalado el vibrador “Lady parrús” - que por lo visto es lo mejor que hay ahora mismo en menaje del hozar - para que me explore yo a solas el fruti di mare. Esto lo hacen ahora mucho las famosas que tienen blog.

Aprovecho que Manolo está en el sofá rompiendo la barrera del ronquido para quitarle las pilas al mando del Gol TV y probarlo. Esta Marce siempre me anda liando, quién me mandará a mí… Vamos a ver: en la caja pone que tiene cinco velocidades y un botón de 4x4 para las que ya han ganado rallies. Yo despacito al principio que no quiero salir en las noticias. Además esto mide, a ojo, como dos manolos contentos, y es dorado así que lo mismo deja cerco verde.

El cuarto de baño es el sitio más seguro para empezar las prospecciones. Una vez echado el pestillo, me arrimo el vibrador a la juanola y lo pongo en marcha. Creo que he arrancado en 5ª porque el culo me rebota contra la taza del váter y los dedos de los pies me hacen “los cinco lobitos”. Acto seguido me sube un escalofrío desde el pomelo hasta la nuca que me quedo bizca y con la boca abierta.

Esto es una cosa loca de gustito, no puedo negarlo. Como el chorro de la piscina pero sin que las bragas te hagan pompas. Al final va a tener razón Marcelina.

- Luisi, ¿qué haces? – oigo gritar a Manolo desde el salón.
- Naaaaada – la voz también me vibra. Vibro toda.

Con el escándalo he debido despertarle, que ya es difícil. Me imaginaba que este chisme sonaría como el cepillo de dientes, no como la Black&Decker. Como venga me va a pillar con una pierna subida al lavabo, las bragas colgando del tobillo y agarrada al grifo del bidé para no volcar. Aquí desbrozando, fina y coqueta.

Cuando salgo del baño voy por el pasillo despatarrada como una iguana porque si junto las piernas el willywonka se va a poner a dar palmas. Qué tembleque llevo en todo el cuerpo. Manolo me sale al encuentro y me mira con cierta desconfianza, probablemente por la sonrisa de coneja de peluche que debo llevar en la cara.

- ¿Estás bien?
- Yo divinamente.
- No estarías taladrando los azulejos…
- No, los azulejos no – me da la risilla tonta.
- Qué es eso que tienes ahí.
- La baticao.
- Luisi…
- Oye, Manolo, que digo yo que a ver si aprendes a meterla tiritando.
- A ti te tiene que ver un especialista, te lo digo de verdad.


Autoservicio (La Luisi - Capítulo 4)
Autor: Ángel Sanchidrián

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