(Domingo 17 de mayo. 17:55 h. En una aglomeración de gente muy risueña y jacarandosa).
Resulta que hay una cabalgata en el centro y me he llevado a mi sobrino, Ramiro, a ver si vemos a Bod Esponja y a Mini de Pu. Aquello está de gente que falta la holgura, sobre todo de chiquines jovencitos que van medio en pelota, por el picor del sol de mayo. Unos muchachos muy alegres me regalan un abanico con un arcoíris, muy colorido todo, muy para los niños. Me quito un poco la calorina abanicándome y Ramiro me tira de la mano.
- ¡Mira, tita, una carroza!
Qué bien, ya llegan. A ver esta cuál es. Me figuro que es la sirenita porque se ven… ¡Oyoyoy! Esto no es la sirenita. Virgen del amor hermoso. Veinticuatro tetas colgando de la barandilla llevo contadas, así a ojo, sin usar los dedos. Ramiro aplaude y pega saltos.
No, las hadas no se aplauden así la pezuña. Y esa qué hace ahora con una botella… ¡Ay mi madre! Si eso tiene que escocer hasta con el tapón puesto.
- ¡Tita, otra carroza!
Esta llega llena de señores con bigote vestidos de cuero pero con el culo al aire. Y qué culos, San Ignacio, prietos y redondos. Lo mismito que el culo de Manolo, que es como dos globos llenos de alubias.
Hay un muchacho que es un gozo ternasco, con el pecho tupido como un encinar bellotero, que se ha subido a caballo encima de otro y le está dando con la fusta en los solomillos pero con duende. Qué manejo del látigo, qué cuajá de hostias. Y el otro encantado, relinchando y con el mondongo haciéndole péndulo. Menos mal que Bod Esponja no anda por aquí porque iba a llegar bonito a su casa.
(18:38 h. Metida en un barullo de gente que es un desmadre esto.)
Siguen pasando carrozas con la música a toda castaña. Los jóvenes están diciendo que es musicote y temazo, pero a mí me retumban hasta las muelas, aunque Ramiro está en su salsa pegándose sus bailoteos. En un momento que me he descuidado se ha quitado la camiseta y la está agitando en el aire gritando “¡musicote!”. Qué seis años tiene y lo que se parece a la familia de Manolo, el enano bandarra.
- ¡Tita Luisi, los gormitis!
Los “gormitis” son las travestis del carnaval, que llegan finas. Hay una que debe de venir borracha como una tarta porque sólo le asoman los tacones por el autobús descapotable. El resto de ella tiene que estar tirado por los suelos. Claro que las demás van como Pocholo en el camión de la Cruzcampo. Estas no llegan de pie a la meta.
- ¡Vamos a coger caramelos! – grita Ramiro dando brincos. Qué subidón lleva este niño, no se cansa nunca. Los caramelos que quiere coger son los condones de sabores que están lanzando desde las carrozas.
(19:03 h. Por fin hemos encontrado un poquito de sombra.)
Un chiquín delgadito, vestido con unas sandalias y un tirachinas en los melindres, pasa a mi lado y me suelta:
- ¡Aúpa tu chocho, maricón! ¡Viva el orgullo!
Y se marcha desfilando a golpetazo de cadera, tan pancho, chascando los dedos como la más chunga de Nueva York.
Mi cuñada me va a matar. ¿Pero a qué niño le gusta el pescado?
Y vuelta la burra al trigo. Más me vale que se le olvide la frase antes de llegar a casa. Y a la próxima cabalgata que le traiga su madre.
- ¡Ramiro, los caramelos ahora no que luego no cenas!
Me mira fijamente, con la mano en la cadera.
- Aúpa tu chocho…
Capítulo de la novela "La Luisi" (que no "50 sombras de Luisi") de Ángel Sanchidrián
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