En 1991, el investigador canadiense Steve Blasco, del Departamento de Recursos Naturales de Halifax, descendió con el sumergible ruso Mir hasta los restos del Titanic y recuperó un disco de 25 cms de diámetro. Lo más sorprendente es que el trozo aún conservaba intacta la pintura original y no estaba deformado, sino roto, con los bordes mellados. Steve Blasco lo envió al laboratorio de metalografía de Ottawa, Canadá, para que fuera sometido a la prueba de resistencia de Charpy, un test inventado por el francés George Charpy (1865-1945) que sirve para medir la fragilidad del metal. Se tomó como modelo un trozo de acero de los utilizados en la actualidad en la construcción naval.
En primer lugar, ambos fragmentos se bañaron en alcohol a -1ºC para simular la temperatura del océano cuando se produjo el naufragio, ya que las aleaciones y los metales se vuelven más rígidos a medida que baja la temperatura. Se realizó el experimento con el acero nuevo. El péndulo que se utiliza para hacer el test tropieza contra la aleación y se para con un golpe seco: el acero se ha doblado en forma de V y aparece en un punto un signo de rotura. Se pasó al acero del Titanic. Esta vez el metal emitió un sonido agudo y se rompió en dos. No había duda: las planchas que formaban el armazón del casco estaban hechas de un acero muy frágil.
Un análisis cristalográfico reveló la razón de la fragilidad. No se debía, como se podía suponer, al tiempo que había estado bajo el océano - el metal no estaba oxidado y era idéntico al de 1912 -, sino a que contenía una alto contenido en azufre. El material ya era quebradizo cuando salió de la acería. En aquellos años se desconocía que un alto contenido en azufre volvía el acero más quebradizo. Hoy no pasaría las pruebas de calidad.
Con esta explicación es fácil saber con exactitud qué pasó para que el gran transatlántico se fuera a pique. Cuando el barco chocó contra el iceberg, de 500.000 toneladas, el casco, en vez de abollarse como la chapa de un coche cuando se estrella con algo, se rompió. No había deformación elástica. Si el acero hubiera sido de calidad, la chapa del Titanic se habría doblado e incluso se habría roto por algunos lugares, pero la vía de agua no habría irrumpido como lo hizo. Así se explica que los tripulantes hablaran de un muro de agua.
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